El Huerto de mi abuelo materno

Mi madre es rasillana y es una de las mujeres más fuertes y trabajadoras que conozco. Hoy es su cumpleaños y me gustaría que supiera que la siento en cada flor de primavera.

En los Cameros quedan vestigios de pequeños huertos familiares y prados de siega para el ganado. Ciertamente quedan muy pocas muestras y la mayoría abandonadas, aunque muchas recuperadas mediante una limpieza que se ha llevado a cabo este invierno y ha dejado al descubierto, huertas que llevaban unos treinta años abandonadas. Una de ellas es la huerta de mi abuelo materno.

Hace unos meses quedó desenterrada y volvió a ver la luz después de más de tres décadas. Está enfrente de mi casa y cuando miro por la ventana ahora casi puedo ver la balsa de agua que construyó mi padre en la huerta para que mi abuelo pudiera regar sin tener que subir todo el rato al empedrado a por agua. También, casi puedo oler las fresas que había en la huerta, era lo que más me gustaba de lo que cultivaba y me encantaba comerlas allí mismo. Recuerdo el camino para llegar hasta ella y cada uno de los escalones, recuerdo las ortigas y las zarzas que había que pasar para llegar hasta la balsa y a continuación, hasta la huerta.

Cuando limpiaron esta zona, mi padre, mi hija y yo bajamos a buscar la balsa y allí estaba, perfecta, como si el tiempo se hubiera detenido antes del abandono de las huertas y ella se hubiera quedado esperando algo más. Ahora puede ser el momento, y ojalá que recuperemos este espacio familiar para cultivar y para sembrar vida de nuevo, para nosotros y para nuestras generaciones futuras.

De momento y dentro de nuestras posibilidades, en nuestra casa tenemos un pequeño huerto y zona ajardinada que compartimos con quien nos visita. En este espacio cada año ponemos algunas variedades tradicionales de la zona y sembramos nuestras propias semillas de flores que provienen de la sabiduría y buen hacer de mi madre, la experta de la familia en flores y jardines.

Ahora mismo es un espacio pequeño, pero casi a diario podemos comer algo de la huerta, incluso en invierno porque cultivamos dentro de cajas lechugas, espinacas, eneldo, rúcula, acelgas… y fuera bócolis, coliflores, habas, guisantes… y así cada día podemos tener algo, aunque sea poco. En verano es mejor aún porque a diario podemos coger fresas para el almuerzo de plantas que llevan ya más de dos años, son muy ricas, casi tan buenas como las de mi abuelo… también tenemos tomates, pimientos y calabacines y calabazas que aún seguimos comiendo porque guardamos parte de la cosecha en el congelador.

Y también en este espacio pequeño casi siempre tenemos alguna flor, primero los narcisos, la caléndula y las flores silvestres tempranas de primavera, lilas, lirios, el romero siempre florecido, las flores previas al verano como tagetes, hortensias, los rosales… y la parra que en octubre nos dará sus frutos.

Hoy que es el cumpleaños de mi madre, la recuerdo en cada una de las flores que miro. Este cumpleaños, como el de mi padre y el de mi hermana pequeña, lo celebramos también desde la distancia, con la seguridad de que pronto podremos estar sembrando flores juntas. Felicidades mamá!

Autor: Marian Roldán

Soy Marian Roldán, madre de una niña, profesora y promotora de MAREM- Casa Rural Sostenible, un proyecto familiar que hemos hecho con mucho cariño y con todo el apoyo de mi madre, mi padre, mis hermanas y mucha gente más. Con este proyecto queremos compartir nuestra casa con visitantes que deseen conocer Los Cameros y disfrutar de una estancia lo más sostenible posible.

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